- Nº de páginas: 352 págs.
- Editorial: PLAZA & JANES EDITORES
- ISBN: 9788401329869
Resumen por “La Casa del Libro”.
Un sólido entramado de conflictos generacionales, de tensas relaciones personales, de malentendidos que se remontan a un lejano pasado y que siguen determinando las vidas de tres mujeres muy distintas, abuela, madre e hija, que se reencontrarán en su Irlanda natal para acabar sincerándose unas con otras y comprendiéndose un poco mejor. La oposición entre distintas formas de vida nos brinda una visión rica y muy interesa de la complejidad de las relaciones que viven estas tres mujeres, de sus secretos, sus conflictos, sus amores y sus desencantos.
Mi opinión:
Desencantos , sí, sí. Desencantada es como he quedado yo con esta novela.
¿Está muy mal? Pssscheee!!! Me ha costado terminarla, la verdad.
Empecé mal. La primera parte de novela en la que nos cuentan la vida de Joy en las colonias y en un ambiente de “familias de la marina” no me atrapó ni un poquito. Y como encuentra al amor de su vida, Edward, pues tampoco, porque sentí a esos dos personajes distantes. Rara ella y raro él.
Pasamos de ahí a otro momento temporal en el que Kate, hija de Joy, está dando fin a su relación de pareja porque se ha enamorado de nuevo. Para evitar que su hija Sabine sufra la ruptura la envía a Irlanda con sus ancianos padres. Esto no tiene ni pies ni cabeza. Resulta que Kate lleva años sin volver a casa y tiene una relación casi inexistente con sus padres. No hay cariño visible y sí rechazo a sus rígidas normas y a su forma de ver el mundo. Y ¿vas a mandar allí a la niña de tus ojos?¿ No tienes mejor una buena amiga (que si que la tiene y aparece en le historia) para que te cubra un poco las espaldas y te facilite la vida ayudándote con tu hija?
Ya esto me chirriaba pero yo, erre que erre, como se trata de Jojo Moyes me dije ¡esto mejora seguro!
A lo que iba. Kate manda a Sabine a Marte. Bueno, en realidad la manda a Irlanda con los abuelos pero para ella es como si fuera otro planeta: un lugar donde no hay ordenadores, no puede ver la tele “ad libitum”, no tiene gente de su edad con la de que relacionarse y tiene que vivir con un montón de normas en un lugar en donde todos parecen obsesionados por los caballos. Pero, ay, ¡la vida rural tiene tanto encanto comparado con la vida en Londres! (no se nota el tono, pero es irónico).
Y tanto encanto hace el milagro. ¡Viva! De estar para darle un síncope a Sabine pasamos a estar “super integrada” en poquito tiempo.
La abuela gruñona acaba compartiendo con ella detalles de su vida en las colonias y de su gran amor hacia Edward. Mientras, el abuelo, que está para sopitas y buen vino y que prácticamente no habla nada, se convierte en un personaje esencial en su vida. Pasa mucho tiempo haciéndole compañía y cuidándole. ¿Qué veo de raro? Pues que entiendo que una adolescente (cuya principal ocupación es divertirse) pueda hacer eso por alguien a quien quiere mucho y con quien tiene una historia o unas vivencias en común pero no me resulta creíble en este caso. Sabine no había visto a su abuelo en su vida y viviendo en la misma casa la comunicación con él, por su enfermedad, es prácticamente nula.
Y de todo ese gran cariño que derrocha hacia sus abuelos no parece que sobre ni un poquito para su madre a la que juzga con dureza por sus relaciones fracasadas. A la madre que la ha cuidado toda su vida y que parece una buena persona que se encuentra un poco perdida. Realmente la niña llegó a caerme mal. Bueno, me cayó mal la niña, la abuela, el abuelo, los tíos… ¡Ufff! ¡Que de gente!
(Música: chin, chin, chin… ¡Vuelve, a casa vuelve, por Navidad! Bueno, el turrón vuelve más a menudo a casa de todos que Kate a Irlanda. Este aparte es una muestra de cómo la publicidad ha hecho mella en mí).
Vuelvo al lío. Kate vuelve a casa cuando se agrava la enfermedad de su padre y allí ya tenemos el sofocón: encuentra que su niñita no la echa de menos y que no quiere volver con ella. Sus padres siguen como siempre, distantes y fríos, muy fríos. Y ella es espectadora de cómo Sabine se ha integrado perfectamente en la vida en Irlanda y como ha fortalecido los lazos de cariño con sus abuelos. Sorry, la autora no hace que me lo crea.
Hay otras vidas, otras historias dentro de ésta: la triste de Annie (una amiga un poco peculiar con un trastorno cuya causa tarda en ser desvelada), la de Thom (el apuesto mozo que trabaja con los caballos en la finca de los abuelos y al que le falta un brazo), la de Stella (la amiga de juventud de Joy)… pero ninguna de ellas me resultó interesante. Y eso es lo más suave que se me ocurre porque el final de la historia de Annie es que ya me pareció el colmo del absurdo. Insisto: no es creíble.
Y bueno, no quiero abundar en lo que no me creo, pero la fácil recuperación de la relación de Kate y Thom tras contarnos su pasado en común tampoco me la trago.
Este es sin duda el libro de Jojo Moyes que menos me ha gustado. No conseguí conectar con los personajes y todo me parecía demasiado artificial y forzado. En la portada hay un comentario de Rosamund Pilcher sobre que le había gustado mucho y que lo había leído de un tirón. ¡Fíjate! Lo contrario que a mí (para gustos los colores). Ahora decidid vosotros ¿de quién os fiáis más? Ji, ji, ji.
Mientras me leía ésta novela (he tardado un montonazo) me he leído tres más. Lo he acabado porque he estado pensando todo el tiempo que remontaría la historia. ¿Lo recomiendo? No. ¿Por qué subo mi opinión sobre él al blog? Porque lo terminé. Y eso ya es un plus en mi caso. Está bien escrito pero la historia se me cae por demasiados sitios y a ratos me resultó bastante aburrida.