Este título un poco cursi y que me sugiere un encuentro amoroso lento y dulce no tiene nada que ver con lo que me encuentro aquí: la historia de la Bella y la Bestia pero con unos personajes espléndidos y chispas saltando por todas partes.
Lord Dain, Sebastian Ballister, también conocido como Belcebú, es un noble narigudo con un cuerpo espectacular: muy grande y demasiado moreno. Tuvo una infancia marcada por dos hechos: el amor de su padre brillaba por su ausencia y su madre, una italiana temperamental, les abandonó para marcharse con su amante.
Tras ese suceso su padre le envió a Eton, interno, donde la relación con sus compañeros consistió en burlas, abusos y rechazo por parte de ellos, y orgullo, contestaciones provocadoras y resistencia por parte de él. Todo cambió cuando se impuso a base de golpes convirtiéndose en un pequeño furioso que multiplicó su fuerza.
Aprendió a valerse económicamente por sí mismo. Listo y eficiente se hizo con una pequeña fortuna que le permitió no depender de su padre. Al morir éste convirtió su legado, lleno de deudas, en una próspera propiedad en poco tiempo y se marchó a París a vivir dedicado a la juerga y a las mujeres.
Allí le rodearon y se convirtió en líder de un grupo de desocupados que se dedicaban a lo mismo que él. En busca de uno de esos inconscientes, ya casi arruinado, llega Jessica Trent, nuestra heroína.
¿Su misión? Hacer que su hermano, ese atolondrado ingenuo, se aleje de Lord Dain y de su vida de perdición. Y de paso, que no le fastidie por sus deudas sus planes de independencia: montar un negocio con mucha clase de venta de antigüedades, joyas, etc.
El encuentro entre Jessica y Sebastian fue… magnífico. En una tienda, con un diálogo ingenioso, procaz y descarado a cuentas de un reloj que en su diseño tiene una escena impúdica y atrevida y que Jess quiere comprar para regalárselo a su abuela. Encontrareis una pequeña muestra en el blog «Amor por los libros» cuya autora comparte mi fascinación por la protagonista.
Y de ahí en adelante… algunas escenas de dejarte sin respiración por su erotismo:
– la escena quitándole un guante. Ni Rita Hayworth en Gilda subió tanto la temperatura a los hombres como ese feucho a las lectoras quitándole el guante a Jess.
– Un beso bajo la lluvia que provoca una envidia horrorosa.
Jessica es una mujer pequeña pero fuerte, inteligente y de lengua rápida. Acostumbrada a manejarse con hombres (ha criado a muchos de sus primos), soltera por decisión propia y nada melindrosa, cuando se siente fuertemente atraída por Lord Dain y su imagen de perversidad va a por lo que quiere. Su sentido común, su equilibrio y sus manejos me han tenido de lo más entretenida y admirada. ¡Que mujer tan batalladora!
Sebastian por su parte es un tesoro de dulces en un cofre feo y grande. Es sensible y temperamental hasta la exageración pero lo tiene bien escondido tras una imagen cuidadosamente construida de hombre vividor al que no le importan los demás ni sus convenciones. Hace lo que le place cuando le place y nadie se le enfrenta. Sólo se relaciona con prostitutas y con otros hombres amigos de la vida disipada.
Como es demasiado consciente de su físico (“erase un hombre a una nariz pegado, erase una nariz superlativa…”) no cree de verdad que ella se sienta atraída por él. Ve siempre una segunda intención en sus acciones: aprovecharse de su dinero, la burla, venganza por haber arrastrado a su hermano al abismo… todo con tal de no ver lo que tiene delante de sus narices: que uno no elige sentirse atraído por algo. Llega y ya está. Y a ella… yum, yummm… le gusta. Mucho.
El final puesto que es una novela romántica, ya lo sabemos. Pero hasta que llegan ahí es un placer auténtico el que nos deparan los encuentros entre estos dos. Es una de las novelas que más me ha gustado de las leídas de este género en los últimos meses. De verdad, no os la perdáis.